miércoles, 20 de octubre de 2021

Brujería tradicional, la senda olvidada, con Sergio Fritz Roa.

Continuamos en Biblioteca Oculta, entrevistando al investigador y escritor Sergio Fritz Roa, que nos habla de su libro BRUJERÍA TRADICIONAL, LA SENDA OLVIDADA (Ed. Matrioska). En la entrevista trata sobre el origen de la brujería, su desarrollo, características, métodos y el impacto que ha tenido en la cultura, especialmente en el mundo del cine. Para escucharlo en Ivoox visitar https://go.ivoox.com/rf/77055169

y en Spotify https://open.spotify.com/episode/5ZzVBWZlbsMs5w7qGYmROV

miércoles, 6 de octubre de 2021

El guardián del manuscrito, ¿Fue la Orden del Templo suprimida? Con Antonio Galera Gracia.

Hay pocos temas que despierten tanto interés como el de los templarios, una orden medieval de monjes y guerreros. Hoy vamos a adentrarnos en su historia a través del ensayo histórico novelado El guardián del manuscrito, cuyo subtítulo nos formula la siguiente pregunta: ¿Fue la Orden del Templo suprimida? Su autor es Antonio Galera Gracia, y está editada por Delfos.

Para ello, vamos en esta ocasión a realizarle una entrevista, extensa, que gentilmente Antonio Galera a respondido a Biblioteca Oculta. Lo normal es que nuestras entrevistas sean vía podcast, pero en este caso consideramos que escrita es mucho mejor, y la verdad, hay pocas ocasiones de conocer tan profundamente la historia de esta orden de caballería con tanto rigor y conocimiento, como el que este autor tiene.

Antonio Galera Gracia, es natural de Puebla de Soto (Murcia) 1940. Según la reseña de su libro, es licenciado en Teología, Doctor en Historia con especialidad en Alta, Plena y Baja Edad Media. Gran Cruz al Mérito de la Investigación Histórica de Santa María de España. Ha dedicado la mayor parte de su vida a consultar Teologados, Archivos Históricos y Bibliotecas de la mayor parte de España, Europa y Vaticano. Merced a este costoso trabajo de investigación, análisis, y selección ha obtenido el beneficio de contar en la actualidad con numerosas fotocopias documentales que le han servido durante más de cincuenta años para argumentar y dar veracidad a sus obras. En su haber cuenta con más de sesenta obras publicadas. De entre ellas cabe destacar, por su gran trabajo de investigación, la última publicada. Un espacioso ensayo compuesto de Cinco Tomos de más de 500 páginas cada uno, titulado globalmente: CRONOLOGÍA HISTÓRICA DE LA ORDEN DEL TEMPLO.

 

Antonio Galera Gracia, bienvenido a Biblioteca oculta

Es un placer hallarme hoy aquí con vosotros. Gracias por invitarme.

Aparte de toda la cuestión profesional y curricular, ¿Quién es Antonio Galera Gracia?

Un modesto y maduro escritor que se dedica a la literatura histórica desde hace ya más de cincuenta años.

Coméntenos, ¿Por qué escribir el ensayo histórico novelado “El guardián del manuscrito” que deja en el aire esa pregunta de tan difícil respuesta de “fue la Orden del Templo suprimida”?

Soy un autor que no solo escribe, sino que también se dedica a la investigación histórica. Cuanto se da a conocer en mis libros. siempre está acreditado por sus fuentes documentales. Jamás aseguro nada, por muy fantasioso que sea, que salga de mi imaginación con ánimo de vender más o de conseguir ser más famoso. De ahí que, cuando a mí se me hace una entrevista, tenga que ser presentado porque no me conoce nadie. La falsedad, emperifollada de certeza, es más buscada y leída que la verdad. Tal vez por ello, un sabio nos dijese un día aquella noble frase que decía: “La mentira nos desorienta y la verdad nos ilustra…”

Mucho se escucha de los templarios, pero ¿Quiénes eran?

Lo que sí puedo afirmar es que no eran ángeles bajados del cielo; ni extraterrestres venidos de otras galaxias, ni respondían a ninguna de las muchas fantasías que sobre ellos han sido inventadas y escritas por autores de rebosantes imaginaciones. Eran hombres tan normales como usted y como yo. Con sus penas y sus glorias, con sus miedos e intereses. En una epístola escrita por un viejo caballero, que forma parte de mi colección, se lee lo siguiente: cuando estábamos esperando para entrar en batalla, ya fuese por excitación, miedo o intranquilidad, a todos nos entraban unas inaguantables ganas de orinar…

            Los templarios eran hombres normales —como ya he dicho—, y como tales, no estaban exentos del temor a la muerte. No cabe duda de que como soldados serían presa de muchas dudas, desconfianzas, desasosiegos y miedos antes de entrar en batalla.

¿Cómo surgió esta Orden?

Terminada la primera cruzada, nueve caballeros acuerdan quedarse en Jerusalén. Son nobles franceses que provienen de familias acomodadas. Bien por decisión propia o por haber sufrido el hoy conocido como síndrome de Jerusalén, fundan una Hermandad. Hacen voluntaria entrega tanto de su cuerpo como de su alma a Cristo porque saben que quien le sigua jamás andará entre tinieblas… Toman el nombre de los Pobres Compañeros de Cristo y comienzan su andadura viviendo pobremente. Comen y visten solamente lo que la gente les da como limosna.

El día 6 de septiembre del año 1126, el rey Balduino II, viendo que su reino comienza a ser hostigado por los árabes que desean recuperar Jerusalén, necesitando reclutar caballeros y soldados que le ayuden a contener los frecuentes ataques de las hordas sarracenas, piensa en la Hermandad de los Pobres Compañeros de Cristo y les concede como limosna —ya que no podían aceptar ni tener nada en propiedad—, una estancia que poseía junto al atrio sobre el cual en tiempos ya muy lejanos se había levantado el impresionante Templo de Salomón para que les sirviese de cuartel general y de vivienda.

La mencionada estancia había sido hasta entonces una cuadra donde los carreteros del rey encerraban sus acémilas.

Desde entonces en adelante, dejan de ser conocidos como Los Pobres Compañeros de Cristo, y pasan a ser designados, tanto por los peregrinos como por los mismos habitantes de la ciudad, con apodos tales como Caballeros del Templo, milicias del Templo de Salomón, y otros apelativos más o menos similares.

¿Qué propició su desarrollo?

Cuando en el Concilio de Troyes se les concedió una nueva Regla y les fueron ampliadas sus tareas militares, dejaron de ser nueve caballeros y comenzaron a admitir aspirantes para engrandecer la Orden. La protección de peregrinos quedó en segundo término, pasando desde entonces a ser su misión principal la de combatir contra los enemigos de Cristo allá donde se encontrasen.

Su desarrollo militar vino por el gran número de caballeros, soldados, escuderos y maestros en oficio, que diariamente hacían cola para ingresar en una Orden que san Bernardo ensalzaba en sus prédicas y tenían el honor de vivir junto al Templo; su desarrollo económico, se fue engrandeciendo en el tiempo porque, en contraposición a otras órdenes, que solo se dedicaban a luchar, los templarios se dieron cuenta de que, si dominaban las ciencias, dominarían el mundo.

Como caballeros de noble cuna y familia que eran, ninguno sabía leer ni escribir. Se dieron las órdenes oportunas para que todos aprendieran. Y, desde ese mismo momento en adelante, todo caballero, soldado, escudero o fámulo que entraba en la orden, era enseñado a leer, escribir y a dominar las cuatro reglas.

En sus casas, encomiendas o bailía poseían grandes bibliotecas donde se podían encontrar libros escritos en numerosos idiomas por los autores más brillantes de los siglos XII, XIII y XIV, que hablaban de literatura, teología, navegación, astrología, física, geometría, aritmética, contabilidad, minería, agricultura, etc. Los había de todas las ciencias. Y hasta los libros que a otras personas les hubieran parecido de poco interés, a ellos les parecieron buenos para guardarlos en sus bibliotecas. Eran del parecer de que no había libro malo del cual no se pudiese sacar alguna buena enseñanza…

¿Realmente tuvieron tanto poder?

Para muchos estudiosos de la Orden del Templo, es incomprensible que una orden que había sido fundada para vivir en la más estricta pobreza, sin tener nada propio, terminara ostentando tanto poder. Pero no comprenden que la sabiduría le llevó al poder, ni alcanzan a saber que del cuantioso dinero que fueron acumulando a lo largo del tiempo con su buena administración, que fue, al fin y al cabo, la que les otorgó ese poder, nada fue para ellos. Incluso pudiendo alimentarse mejor, porque dinero tenían sobrado para ello, comían pobremente. Su dieta estaba basada en verduras y legumbres. La carne solo era consumida tres veces a la semana. Los miércoles y los viernes, si no tenían que salir a combatir, ayunaban.

El dinero, las joyas y el oro que ganaban con su trabajo y con sus bien administrados negocios, se guardaba para que la Orden perdurase en el tiempo y nunca desapareciese, como ya les había ocurrido a otras, por dejar de percibir los favores prometidos el día que se constituyeron.

Todo este dinero, que les dio tanto poder, pudieron ir atesorándolo gracias a la amplia variedad de derechos seculares y eclesiásticos que les fueron concedidos. En poco tiempo, y gracias a su inteligente administración, llegaron a ser dueños de grandes latifundios, casas e incluso de pueblos y ciudades enteras.

Los derechos seculares les hicieron ganar muchas propiedades donadas o compradas a los vecinos de los lugares que gobernaban. Eran especialmente derechos de un carácter puramente personal que adquirían principalmente por contratos de protección, enterramientos y otros muchos servicios que ellos mismos fueron concibiendo con la idea de mejorar la comunicación de las diversas regiones que estaban bajo su supervisión y mando. Sin olvidar jamás que, por los predichos servicios, ideados y construidos por ellos, cobraban un precio justo.

Las personas que buscaron la protección de la Orden o elegían ser enterrados en los cementerios templarios, consentían por lo general pagar un pequeño alquiler anual, en el primer caso; o dejar en heredad cuantas posesiones y caudales poseían en vida.

Estos consentimientos de pago y heredad se hacían casi siempre ante notario, con testigos que firmaban el escrito y teniendo presente ante ellos la Biblia.

No cabe duda de que, cuanto hacían o ideaban, estaba destinado a servir y mejorar la vida y el trabajo de los pobladores que se encontraban dentro de su jurisdicción militar, pero, al mismo tiempo también sabían que ese servicio podía producir unos pingües beneficios.

 Persiguiendo este fin, inventaron muchos oficios nuevos. Uno de los que más llamaron la atención en aquellos tiempos, fue —ante la ausencia de puentes— poner plataformas de madera para pasar de una orilla del río a la otra personas, bestias y carros.

Este servicio, por la gran clientela que tenía, dejaba muchas ganancias. Funcionaba desde que salía el sol hasta el ocaso.

El cuidado y guarda de la plataforma estaba a cargo de cuatro Hermanos servidores. Su misión consistía en cuidar y mantener en perfecto estado la gruesa y potente maroma que estaba sujetada fuertemente en ambas márgenes del río. La improvisada embarcación era movida —fuese en una u otra dirección—, tirando de la cuerda para que por la inercia se deslizase sobre el agua.

Como sólida herencia de los templarios, todavía queda una de estas plataformas que, aunque modernizada, ha quedado como discreto testigo de lo que le estoy revelando.

En EL PASO DE LA BARCA, en Miravet (Tarragona), cuantas personas tengan curiosidad por saber cómo eran estas plataformas, podrán ver, visitar y navegar en una de ellas.

Podríamos asegurar que es una de las últimas que queda. Y que ha perdurado en el tiempo gracias a la devoción y esfuerzo de los vecinos de aquel privilegiado lugar.

Otro de los negocios que inventaron fue el servicio de cajas de seguridad que en la actualidad brindan los bancos. Los templarios admitían dinero, joyas y otros objetos de valor que eran guardados en cajas de acero en sus encomiendas con el nombre de la persona que depositaba el valor, naturalmente, mediante el pago de un tanto por ciento que se acordaba con el titular.

Este servicio era tan seguro que no solo fue utilizado por todo el público que tuviera algo que guardar de la codicia de los ladrones, sino incluso por príncipes, grandes señores y reyes.

En el Archivo Histórico Nacional encontramos un privilegio del rey Pedro II, en el cual elige la seguridad ofrecida por la milicia del Temple para que sean guardados y custodiados por ellos los cuños que se empleaban para fabricar moneda jaquense, debiendo pagar el rey por este servicio de guarda y custodia dos dineros por cada marco de plata que se fabricase.

Ni que decir tiene que después de lo dicho, podemos considerar a los templarios como los pioneros de la banca actual. Ellos fueron los que hicieron posible que la «usura», considerada como pecado mortal, se convirtiera en algo normal, honesto, decente y decoroso porque, entre otros muchos servicios de necesidad para el ciudadano, daban la oportunidad para que mediante préstamos el ganadero pudiera comprar ganado, el agricultor semillas y aperos, el constructor contratar obreros... Pero todo ello, como era natural y lógico, previo pago de unos intereses tan elevados y gravosos como los que los bancos nos hacen soportar en estos tiempos.

El poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza habían sido conseguidos por los caballeros del Templo... Bienaventurado el que tiene talento y dinero —decía una célebre frase de aquellos tiempos— porque eso denota que ha sabido emplear el talento.

La Orden del Templo de Jerusalén se convirtió en la Orden más poderosa de aquellos tiempos porque era la única que siempre tenía dinero en efectivo, cosa que no les ocurría a las otras. Las tierras, las posesiones, las grandes haciendas y los campos plantados de grano, no les servían de mucho a quienes tenían urgencia por pagar una deuda en el acto, promover una guerra, pagar soldados, casar hijos... Los reyes y los papas tuvieron siempre que recurrir a ellos porque los demás prestamistas eran muy duros de pelar y no se casaban ni con reyes ni con papas.

¿Cuándo llega la orden de Templo a España?

Con la unión del reino de Aragón y del condado de Barcelona, la expansión de las milicias templarias por toda España fue instantánea.

            El conde don Ramón Berenguer IV fue iniciador y artífice de este rápido crecimiento. Ocurrió de la siguiente forma: Alfonso I, el Batallador, Rey de Aragón, deseando que su reino quedara suficientemente defendido y viéndose sin sucesor, ordenó hacer su testamento en el cual dejaba por herederos de su reino a las órdenes del Templo, del Santo Sepulcro de Jerusalén y del Hospital.

            Con este testamento no estuvieron de acuerdo los aragoneses y eligieron como sucesor al hermano del difunto Alfonso I, cuyo nombre era Ramiro, más conocido por el Monje, porque se encontraba en un convento de benedictinos.

            El rey Ramiro II, para no soliviantar los ánimos de los poderosos nobles aragoneses tuvo que suceder a su hermano Alfonso I. Acostumbrado a la vida monástica, después de estar en el trono durante tres años, echando mucho de menos su anterior vida conventual, decidió dar en matrimonio a su hija Petronila, que a la sazón tenía cinco años, al conde de Barcelona don Ramón Berenguer IV.

            Una vez que don Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, fue reconocido por los aragoneses como príncipe de Aragón, ya que no quisieron reconocerlo como rey, comenzó a negociar con las órdenes del Santo Sepulcro, del Templo y de San Juan de Jerusalén, a las que por potestad de heredad le correspondía la sucesión del reino. Les ofreció grandes bienes y mercedes si renunciaban a sus derechos. A cuyas negociaciones cedieron las tres órdenes y decidieron firmar cada una de ellas un documento de cesión de derechos de sucesión. Las tres órdenes lo hicieron en el año 1140.

            Más tarde, una vez reforzado el reino de Aragón con las fuerzas de la Orden del Templo, y con la estimable ayuda de algunos ilustres señores catalanes, don Ramón Berenguer comenzó la reconquista. En el año del Señor de 1141, tomó Alcolea de Cinca, Xalamera y Castellote. Un año después, Daroca. En 1148, Tortosa. A principios del año 1149, Lérida; dos meses después, Mequinenza..., ya sólo quedaba Fraga.

            La conquista de Fraga era decisiva para que el príncipe de Aragón don Ramón Berenguer pudiese disipar los rencores de los aragoneses y entrar ya de pleno derecho en sus resentidos corazones. El príncipe lo sabía. Tal vez por saberlo fuera por lo que hiciese escribir un edicto en el cual prometía dar tierras y bienes a cuantos caballeros o soldados, españoles o extranjeros, acudieran al reino para ayudarle.

            Una vez expulsado el moro de todos los lugares del reino Aragón y del Condado de Barcelona, comienza la reconquista del resto de España. Al cabo de muchos años, queda libre de enemigos desde Aragón hasta Murcia, pasando antes por Castellón y Valencia.

¿Qué relevancia tuvieron en España?

Eran personas que allá donde iban, no solo robustecían las tropas y las hacían más invencibles, sino que, además, enriquecían y poblaban los lugares que les eran donados. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que al servir en diferentes reinos y, a veces, al estar un reino enemistado con otro, se enfrentaban entre ellos por intereses, lindes o desacuerdos.

            Una de las preguntas que más me han sido hechas a lo largo de mi vida literaria, ha sido la siguiente: ¿Si los templarios estuvieron al servicio de diferentes reinos, tendrían que enfrentarse en batalla entre ellos cuando estos reyes luchaban entre sí?

            La respuesta es no. Uno de los pocos requisitos que los templarios exigían a los soberanos bajo cuya autoridad ponían sus armas, era la de que ellos venían a luchar contra el moro, pero nunca contra sus hermanos de armas.

            Al principio, y como quiera que, exceptuando el reino de Aragón, muy pocos reinos españoles tenían bajo su mando milicias templarias, no hubo grandes problemas para que los reyes respetasen esta cláusula. Sin embargo, más tarde, cuando los templarios ya comenzaron a poner sus armas al servicio de diferentes reinos españoles, este requisito comenzó a ser un incordio para los monarcas. Todos exigieron a los templarios que luchasen contra quienes eran sus enemigos, ya se tratase de moros, cristianos, otras órdenes militares o, incluso, contra sus propios hermanos de orden y armas.

            Para que veamos hasta qué punto llegaba el hecho de que los templarios se habían constituido para luchar contra los árabes y no contra los cristianos ni contra ellos mismos, voy a contar uno hecho que ocurrió entre los templarios y Jaime II.

            En el año 1300 el joven rey de Castilla don Fernando, hijo de Sancho IV, apodado el Bravo, fuertemente escoltado por poderosas tropas —entre las cuales nos consta que no venían milicias templarias—, llega a las fronteras que delimitan su reino con el de Aragón. 

    Siendo informado el rey Jaime por sus agentes secretos que las tropas que traía el rey de Castilla eran muy superiores a las que él había podido reclutar se puso muy nervioso, y, ni corto ni perezoso, escribió una carta al maestre general del Temple de Aragón, en la cual –aun sabiendo que estos siempre se habían negado a luchar entre ellos–, le amenaza diciéndole que si se niega a cumplir sus órdenes procederá contra los bienes de la Orden y contra los caballeros que rehúsen pelear. 

    En contestación a esta carta, el maestre general del Temple en Aragón contestó más o menos lo siguiente. Cito de memoria: «Nuestra patria, señor, se encuentra en Jerusalén, donde nacimos y nos criamos. Allí aprendimos que nuestra lucha es contra los enemigos de Cristo, nunca contra nuestros Hermanos que son, igual que nosotros, enviados de la Iglesia y defensores de Nuestro Señor Jesucristo...»

Por cierto, ¿también tuvieron presencia en Baleares?

Desde don Ramón Berenguer IV hasta su bisnieto Jaime I, Las Mallorcas, tal como las nombraba el rey Jaime I, fueron muy apetecidas por estos reyes.

            También diferentes etnias árabes tenían un gran interés por poseer estas ricas tierras. Muchas veces fueron las que los reyes de Aragón intentaron conquistar las mencionas islas sin conseguirlo por la férrea rivalidad que encontraron. Y así fue como, en el año 1229, estando gobernando los almohades las islas, Jaime I, acompañado de ejércitos catalanes, aragoneses, marselleses y templarios, venció a los habitantes del lugar y conquisto el tesoro que durante tanto tiempo había sido tan apetecido por él y por sus antecesores.

Según el Llibre del Repartiment que se conserva en el Arxiu del Regne de Mallorca, al Temple le correspondieron algunos enclaves de Mallorca. ¿Cuántos quedan?

Según el libro de Los Repartimientos que usted cita, todos los participantes en la reconquista recibieron las partes correspondientes según número de soldados o importancia del personaje. El libro dice que recibieron mayor parte los de Barcelona y Marsella, la primera con un total de 877 caballerías y la segunda con 636, seguidas de la casa del Temple que obtuvo 525.

            Sabemos por investigaciones hechas que el rey Jaime I concedió a los del Templo el castillo de Almudaina y todos sus alrededores, así como otras muchas propiedades. Sin embargo, aún sabiendo que también les correspondieron numerosos patrimonios en Pollensa y otros lugares de aquel privilegiado lugar, tengo hoy bastante dificultad para encontrar documentación histórica que me permita narrar el paso de la Orden del Templo de Jerusalén por Mallorca. Tanto es así, que hay gente hoy, incluso que dicen saber mucho sobre la historia del Temple, que ignoran que estos monjes soldados tuviesen presencia allí.

            Sin embargo, me consta y alegra que ya hay varios escritores e investigadores mallorquines que están trabajando muy duro y muy bien para sacar de la oscuridad la mucha historia que los templarios dejaron en Mallorca y darla a conocer. Su trabajo está dando muy buenos resultados.

¿Cuál fue su influencia en la cultura y la sociedad en la España de aquella época?

La influencia que estos monjes soldados dejaron en la sociedad y cultura española fue sobre todo religiosa. Ellos llegaban de la Tierra donde Nuestro Señor Jesucristo había nacido y muerto. Por lo tanto, no solo venían henchidos de fe —que fue un gran ejemplo para los vecinos de los pueblos donde estos caballeros se asentaban—, sino que también traían reliquias, sobre todo astillas de la verdadera cruz donde Jesús fue ajusticiado. Por poner un ejemplo, todo el mundo sabe que el universo cristiano goza de cinco lugares santos de peregrinación, y que tres de ellos son españoles. El primero es Roma, el segundo Jerusalén, el tercero Santiago de Compostela, el cuarto Caravaca de La Cruz y el quinto Santo Toribio de Liébana. En todas todos estos lugares tuvieron los templarios participación y presencia. Sabemos a ciencia cierta que Caravaca de la Cruz es lugar santo por el lignum crucis que los templarios llevaron; Santo Toribio de Liébana es lugar santo por el lignum criucis que los templarios dejaron allí.

¿Colaboraron en la reconquista?

Sí. Y para que sus lectores lo sepan, no lo hicieron como reconquista, sino como cruzada. Los españoles llamamos reconquista a la recuperación de los lugares tomados por los musulmanes, pero, sin embargo, hay que saber que existen bulas de varios papas en las que España queda dispensada de acudir a las cruzadas de Tierra Santa porque aquí se venía librando una cruzada desde hacía ya mucho tiempo. 

¿Cuáles fueron las zonas donde esta orden tuvo más presencia en España?

En Aragón, Condado de Barcelona, Gerona, Castellón, Valencia y Murcia, fue donde tuvieron mayor presencia… Las otras, en las que tuvieron menor presencia, fueron las siguientes:

            Almería fue reconquistada en el año 1147. Se les dio a los templarios un gran Alcázar, varias iglesias y tierras. Sin embargo, diez años después, en el año 1157 los árabes volvieron a tomar la ciudad que ya no la perderían hasta el año 1489 cuando los templarios ya hacía mucho tiempo que habían sido suprimidos por bula del papa Clemente V.

            Jaén fue reconquista en el año 1232. Se les dio a los templarios el castillo de Iruela y varias tierras de cultivo.

            Córdoba fue conquista en el año 1232. Se les dio a los templarios casas y tierras de cultivo.

            Sevilla fue conquistada en el año 1248. El rey Fernando III el Santo les hizo donación de un castillo, tres iglesias y varias posesiones agrícolas.

            Huelva fue conquista en el año 1255. Les fueron concedidas a los templarios numerosas donaciones, entre las cuales destacan, por su importancia, el castillo de Aracena, una iglesia que estaba junto al castillo y una gruta que se encontraba entre el castillo y la iglesia. La gruta es conocida hoy como «La Gruta de las maravillas» porque está formada por estalactitas y estalagmitas que al gotear han formado un lago tan azul como el cielo.

            La Peña de Alajar fue reconquista en el año 1240. Los templarios fueron dueños de todo.

            Tejana fue reconquistada en el año 1253 y además de este territorio se les dio también Rafaña y Trigueros con su iglesia.

            La Rábida fue conquistada en el siglo XIII. Se les dio a los templarios el Monasterio de Santa María de la Rábida, que en el tiempo de los templarios era conocido bajo la advocación de Nuestra Señora de los Milagros y otras posesiones agrícolas y pesqueras, y, además, el pueblo de Saltes rico en agricultura, y Lepe donde al encontrarse con gran número de leprosos, edificaron una leprosería.

            Y Cádiz, que fue reconquistado en el año 1264. Se les dio una iglesia, casas y tierras…Y, si no hubiesen sido los templarios extinguidos por bula del papa Clemente V, su presencia hubiese estado incluso en la toma de Granada y, por ende, en toda España.

¿Cuál fue el fin de la Orden del Templo?

La bula Vox in Excelso audita es, es, con diferencia, una de las más largas que el papa Clemente V publicó en contra de los del Templo. En ella es suprimida la Orden y su constitución, hábito y nombre, y se prohíbe —bajo excomunión automática—, su restauración, vestirse o comportarse como un templario.

            El día 18 de marzo de 1314, fueron quemados en la hoguera el maestre de la milicia del Templo y sus cuatro lugartenientes, es decir, el visitador de Francia, y los preceptores de Ultramar, Normandía y Aquitania.

¿Qué motivó al rey de Francia a propiciar su fin?

Las causas que motivaron al rey francés Felipe IV a terminar con la Orden del Templo, fue la falta de dinero. Este monarca debiéndole mucho capital a los templarios, tuvo el descaro de pedirle una sustanciosa suma para celebrar la boda de su hija. Los templarios se negaron, aduciendo para ello, que ya era mucho lo que les debía y era reglamento en ellos no prestar a quienes le debían tanto porque existía el peligro de no recuperarlo.

            El rey francés pensó entonces que, si lograba acabar con la orden, siendo como era el papa Clemente V su incondicional servidor, ya no haría falta pedir más dinero a la Orden porque, una vez condenados, todo el dinero pasaría directamente a las arcas reales, como así fue.

En el caso de España, ¿qué ocurrió con los templarios?

En algunos lugares, como Aragón, a instancias y exigencias del papa a Jaime II, algunos templarios fueron hechos presos, y se dice que incluso torturados. Sin embargo, y a pesar de las cartas que culpaban de herejía escritas por el rey francés y el papa a Jaime II, en ninguno de todos los juicios que se celebraron en España contra los templarios, se hallaron culpables de cuantas ignominias eran acusados. Todos fueron declarados inocentes.

            Después, en el año 1331, el papa Juan XXII, que había sucedido a Clemente V, promulgó una bula en la cual daba permiso a cuantos caballeros habían servido en la ya extinguida Orden del Templo para que, como monjes que habían sido, pudieran proseguir su vida religiosa ingresando en la Orden que cada uno de ellos personalmente eligiese.

¿Cuál es el legado de la Orden del Templo en España? ¿Qué queda de ellos?

Los legados que los templarios dejaron en España son muchos.

            Ellos inventaron un lenguaje dactilológico, o sea hablar con las manos, que se ha prolongado en el tiempo hasta nuestros días. Hoy es el alfabeto manual o dactilológico que usan los sordomudos. Naturalmente, mejorado y actualizado, en cuanto que hoy se puede hablar con las manos con tanta rapidez como con la lengua. Hoy, este alfabeto está sumamente modificado, es rápido de hablar, fácil de comprender y cómodo de aprender. Pero no olvidemos nunca que nació de la imperante necesidad de comunicación de unos monjes que necesitaban comunicarse sin romper sus votos de silencio.

            La banca, como ya he dicho antes, mejorada y engrandecida hoy, fue descubierta también por los soldados del Templo. Habían observado que los negocios que daban a los judíos sus mayores beneficios eran precisamente los préstamos con cobro de intereses. Sin embargo, incluso los judíos que solían vivir en barrios propios, donde solamente habitaban ellos, tenían que realizar esta clase de negocio a escondidas porque la usura estaba muy mal vista por la Iglesia, y, por lo tanto, perseguida por la ley.

            Los del Temple organizaron su banca particular de una forma casi evangélica para que nadie pudiese tacharlos de usureros. Y tan evangélica tuvo que parecerle a la Santa Sede esta forma de prestar dinero exigiendo después un tanto por ciento bastante elevado de lo prestado, que incluso el papa Lucio III, como si no viese ninguna clase de usura en su actuar, el día 12 de marzo de 1182 publicó una bula que se encuentra en el Archivo de la Corona de Aragón en la cual ordenaba a los arzobispos de Arles, Narbona, Tarragona y Aux, y a sus sufragáneos, que procedieran con censura contra todos aquellos que negasen la devolución del dinero que habían recibido prestado de la milicia del Templo.

            También inventaron el pagaré. Se dieron cuenta de que los ganaderos que iban a la feria de ganado de otras ciudades con ánimo de comprar reses —algunas veces a bastante distancia de su ciudad—, eran robados por los caminos. El dinero que llevaban estos negociantes de ganado escondido era siempre mucho. Hay que tener en cuenta que el ganado era caro, y también que a veces no se compraba una res ni dos, sino docenas.

            Los templarios, viendo que de este problema podrían sacar algún beneficio, como quiera que ellos gozaban de encomiendas, conventos, casas o castillos por casi todos las ciudades, pueblos y villas de toda España, tomaban el dinero del ganadero que tenía que viajar a otro lugar para comprar el ganado, y en su lugar le daban un pagaré. Un papel que no valía absolutamente nada. En el pagaré iba reflejado el nombre del ganadero, la suma total del dinero entregado por este, el sello de la encomienda que le había extendido el pagaré y la firma del maestre. A la presentación de este pagaré, los templarios de la casa donde el ganadero había viajado con ánimo de comprar le entregaban la suma estipulada cobrándole, como es natural, un tanto por ciento por la gestión.

            Las plataformas de madera para cruzar de una parte del río a la otra tanto a personas como animales o carros, como ya he dado a conocer antes, han perdurado también hasta nuestros días. Son muchos los lugares donde todavía hacen uso de esta clase de plataformas por carecer de puente y ser necesario para pasar de un pueblo a otro.

            Y en cuanto a qué queda de ellos, queda su historia, sus enclaves, sus castillos, iglesias, hospitales y, en fin, en España, viaje uno a donde viaje o sea el lugar que sea, siempre hallará la presencia y el espíritu de los caballeros del Templo.

Lo más importante que en su obra trata es el hecho de que esta no fue realmente extinguida. Coméntenos.

En cuanto a si la Orden del Templo de Jerusalén fue o no suprimida a perpetuidad, debo decir que uno de los muchos secretos que este manuscrito fehacientemente nos demuestra —mediante acta notarial—, es el de que la mencionada Orden jamás pudo ser abolida legalmente.

    Este inesperado hallazgo, que en la obra se da a conocer después de haber transcurrido ya más de 700 años desde su extinción, necesita personas que estén dispuestas a difundir la buena nueva, utilizando para ello cualquier medio de comunicación que a su alcance tengan.

    Si no fuese por la importancia que esta noticia contiene, no pediría este favor. Creo que cuantos aman, viven o, simplemente, simpatizan con la Orden del Templo, deben saber esta noticia. Porque sabiéndola, la sombra de la excomunión sobre las cuantiosas personas que visten o se comportan como templarios, se apartará de ellos y podrán obrar, en todo tiempo, libremente y sin temor.

Me gustaría que nos posáramos en algunos de los mitos del Temple, en especial que tenían un conocimiento secreto, y que eran una especie de culto mistérico, esotérico, oculto y distinto al resto de la Iglesia.

Yo sé que sería del gusto de la mayoría de los lectores, que yo diese por cierto que la Orden del Templo se apoderó del arca de la alianza mientras estuvieron ocupando un lugar cerca del Templo de Jerusalén, que dejaron un inmenso tesoro tan escondido que todavía nadie ha podido encontrar. Que tuvieron un conocimiento secreto mediante el cual hablaban con un ser endemoniado que les decía lo que debían de hacer y que dominaban un culto misterioso, esotérico, oculto y distinto al resto de la Iglesia, pero si diese por cierto algo de lo antedicho estaría mintiendo.

            Yo soy como Santo Tomás, no hablo ni aseguro nada a menos de haberlo comprobado fehacientemente antes. Esa es la importancia o, tal vez, el aburrimiento de mis escritos. En ellos no se dice nada sin que vaya acompañado por sus fuentes documentales.   

¿A qué se debe esta creencia de que eran una especie de movimiento esotérico u oculto?

Hay muchos motivos por los cuales estás creencia han ido creciendo. Los escritores, los medios informativos y las múltiples plataformas cinematográficas, se han dado cuenta de que vende más lo que ha sido escrito mediante una mente desbordada, que por un historiador que demuestre en sus escritos, mediante fuentes documentales, que todo cuando afirma y narra es la verdad.  

Se afirma que los templarios hicieron migas con algunos grupos musulmanes allá por Tierra Santa. Especialmente con grupos de tipo místico como los sufíes ¿Es cierta dicha afirmación?

Como historiador debo hacerle saber que yo me rijo exclusivamente por las evidencias documentales. En mi larga carrera como investigador, habiendo recorrido casi todos los archivos históricos de Europa, España y Vaticano Secreto, jamás he podido encontrar una sola prueba que haya demostrado positivamente la afirmación de su pregunta.

            No obstante, sé, me consta, que hay gente, no sé por qué, que no solo dicen, sino que afirmar, sin aportar pruebas documentales que den veracidad a sus declaraciones, que los templarios tuvieron estrecho y provechoso contacto con los sufíes y que, de ellos, obtuvieron cocimientos ocultos, métodos esotéricos y prácticas misteriosas… Y digo que deben aportar pruebas documentales porque si el citado es un autor, por muy famoso que sea, a mí, por lo menos, no me vale para nada.

            Sobre este tema, como historiador y amante de la verdad, debo decir que quienes esto afirman, pueden ser adivinos, videntes, iluminados o alumbrados, pero deberían ser muy cuidadosos a la hora de dar como verdad lo antedicho porque están haciendo mucho daño a la historia de los templarios. Tenga usted en cuenta que, sin ser conscientes de ello, están dando la razón a quienes acusaron y lograron con sus acusaciones conseguir que los templarios murieran quemados como herejes en la hoguera. 

Algunos templos asociados a esta orden en España y el resto de Europa contienen una serie de iconos asociados a simbología esotérica ¿A qué se debe la presencia de esta simbología?

Hay personas por ahí, que, sin conocer la historia, se han convertido en cazadores de lo que ellos llaman símbolos esotéricos, y, sin saber el cómo ni el porqué, no solo dicen que saben interpretarlos, sino que los descifran.

            Aunque corramos el peligro de convertir esta entrevista en un libro, voy a dar a conocer, lo más pormenorizadamente que pueda, la historia de esos símbolos que se han tomado como esotéricos.

            Estos símbolos comenzaron en las cuevas prehistóricas. Fueron conocidos como lectura en piedra, siguiendo después con la escultura, el relieve, la miniatura y el grabado, que fueron, al fin y al cabo, las primeras escrituras que existieron. El simbolismo que hoy vemos representado en las cuevas de los hombres primitivos, en los tímpanos y capiteles de los antiguos claustros, en los retablos de las iglesias y en las fachadas de las catedrales medievales, fueron las primeras escrituras que existieron. Todas ellas, por muy antiguas que sean, mantienen una relación pareja con nuestra escritura actual. De esta forma fue como, los seres humanos que vivieron antes que nosotros, pudieron interpretar, sin conocer los signos gráficos que constituían los diferentes alfabetos del idioma que cada uno de ellos hablaba, los distintos mensajes informativos que se hallaban en las puertas de los comercios, en los caminos, en los pueblos, en las ciudades, en las iglesias, en los hospitales y en las catedrales... El símbolo tuvo la virtud de unir a todos los pueblos del mundo en una única lengua escrita; el rey que vivía acomodado y protegido en su opulento castillo, no los descifraba mejor que el pastor que se refugiaba en una humilde cabaña.

            En tiempos de los templarios, los diversos oficios hacia ya algún tiempo que se habían agremiado. Lo hicieron mayormente para fortalecer sus relaciones personales y, naturalmente, para registrar las marcas que ellos usaban para identificar su trabajo. Hay que tener en cuenta que estos obreros eran totalmente autónomos y que al ejecutar su labor lo hacían bajo contrato, por lo que no era de extrañar que todos funcionasen a destajo. De esta forma, la construcción de catedrales y otras obras de envergadura más o menos importantes, tomó un impulso más veloz. Pues como se sabe, en una obra trabajaban diferentes cuadrillas de obreros bajo el mando de su correspondiente maestro. Y, cuando un trabajo se terminaba, después de haber sido examinado por el maestro, los labradores que estaban en tierra podían terminar un bloque, grabar su marca en él, arrinconarlo y comenzar con otro.

            De la misma forma, los miembros de la cuadrilla que se hallaban sobre el andamio alojando los bloques que ya habían sido labrados por sus compañeros, podían ir acoplándolos de la siguiente forma: si estaban cobrados, con las marcas hacia adentro, para que no se vieran, y si estaban por cobrar, con las marcas hacia afuera para que se pudieran contabilizar.

            De este modo, cuando la jornada terminaba, los bloques se clasificaban por las diferentes marcas que llevaban grabadas, estuvieran en tierra o puestos ya en la pared, y eran pagados al maestro que gobernaba y administraba la cuadrilla para que este proporcionase después a cada uno de sus obreros, según su categoría, el sueldo que entre ambos se hubiese estipulado.

            Hemos de decir que en una obra de envergadura podía haber, y de hecho en muchas ocasiones los había, hasta veinte o más grupos diferentes de constructores, cada uno, naturalmente, trabajando con la identificación de su marca, ya que los canteros fueron los primeros que trabajaron bajo el amparo de esta técnica.

            Estas marcas estaban representadas por diferentes signos, como un sol, una luna y una estrella; números o letras.

            A veces el signo representaba el apellido del constructor, como era el caso de Pedro Sierra, que ostentaba una sierra como marca.

            De la misma forma se pueden distinguir otros signos bastante curiosos, cuyo significado está relacionado con el mote por el que era conocido el constructor o por algún defecto físico que este tuviera: un ojo cerrado podía tratarse de un patrón tuerto; una mano con cuatro dedos podía representar a un constructor que había perdido un dedo en accidente laboral y se le conocía ya por el cuatro dedos; una cara monstruosa, el feo... Por ello, no es de extrañar que hoy podamos admirar en muros de catedrales, ermitas y castillos —hayan estado los templarios en ellas o no—, bloques de piedra que lleven diferentes marcas. Tengamos en cuenta que, aunque estos canteros conocían la física, la geometría y la aritmética, muchos de ellos no sabían leer ni escribir. Poniendo la marca registrada de su maestro en cada uno de los bloques que cada cuadrilla labraba, se podía saber a la perfección cuántos bloques tenía que cobrar el maestro al finalizar el día.

            Y esto lo doy a conocer aquí sin voluntad de desanimar a todas y cada una de aquellas personas que buscan en estas marcas signos misteriosos que revelan un camino que conduce hacia el Grial que contiene la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, o mensajes secretos que desvelan dónde podemos encontrar los diversos tesoros que los templarios enterraron antes de ser suprimidos.

Se dice que los templarios financiaron muchas de las grandes catedrales del gótico y que mantenían una cierta relación con los francmasones, me refiero a los constructores medievales.

Sí. Los templarios, junto a otros ricos hombres, financiaron la construcción de algunas catedrales. Tenían dinero y podían hacerlo.

            La relación con los constructores medievales fue como todos los que ayudaban a financiar con su dinero la construcción de catedrales e iglesias. Cuestiones de puro negocio. No hubo, que yo sepa ninguna otra relación, ya que ni los masones ni los francmasones existían por aquel tiempo. Estos aparecieron mucho después, cuando los templarios hacia ya bastante tiempo que habían sido extinguidos.

            Masón viene del latín: machîo, y significa: albañil, constructor, el que trabaja sobre andamios; el idioma francés tomó este vocablo del latín y lo denominó: maçon, que se pronuncia masón.

            Cuando a principios del siglo XVI el gremio de constructores desaparece, por haber comenzado a escasear la demanda de la mano de obra de estos profesionales y por haber aparecido empresas que se hacen cargo del registro de firmas, nombres y datos, un investigador revela que en el antiguo gremio de labradores de piedra existía un secreto que se había mantenido muy oculto, y que sólo había sido transmitido de maestros a oficiales y de oficiales a aprendices... Esta revelación es cierta. Cada taller de los agremiados debía de mantener en secreto cualquier invento o mejora que fuese descubierto por ellos.

            Consta en mi poder fotocopia de un documento localizado en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla, en el cual un miembro del gremio de constructores de esta histórica ciudad, llamado Diego González de Vega, da a conocer a sus cofrades, en el más estricto secreto, un descubrimiento experimentado y creado por él, después de hacer durante muchos años pruebas y pruebas para mejorarlo. Este hallazgo no es ni más ni menos que un pegamento que sirve para unir la piedra, y que aparece en el citado documento con el nombre de «Macarraque».

            Con este descubrimiento se podían pegar tanto los pedazos pequeños de la piedra rota como los grandes fragmentos de ella.

            Un invento que en aquellos tiempos era algo revolucionario para el gremio de los constructores si tenemos en cuenta que un bloque de piedra no era nada barato y que, además, su traslado desde la cantera a la obra era dificultoso y caro. A todos estos trastornos había que añadir que, si la piedra se rompía cuando estaba ya terminada o casi terminada, el tiempo que se había invertido en ella —más de dos horas—, se perdía totalmente porque ese bloque ya no se podía cobrar. Esta clase de accidentes solían ocurrir con mucha frecuencia, ya que la piedra se trabajaba primero con cincel y mazo de hierro y luego, una vez labrada, había que elevarla casi manualmente ayudados por muchos brazos, palancas y andamios

            El hecho de perder el trabajo invertido en labrar la piedra era a veces un mal menor si tenemos en cuenta que en algunas obras se estipulaba, bajo contrato, que los bloques rotos debían ser pagados por el maestro que administraba la cuadrilla. De lo que podemos deducir que además de perder el trabajo invertido en ella, a la hora de ajustar cuentas con el encargado de la obra, le era deducido al maestro el valor del bloque o de los bloques que sus obreros habían roto.

            Como ya he dicho antes, cuando el ocaso cayó sobre los gremios, fue cuando un grupo de personas hicieron suyo el nombre de masones y comenzaron a buscar el secreto de los antiguos labradores de piedra para hacerlo suyo por medio de la geometría, de la aritmética, del dibujo...

También se asocia a los templarios con una figura llamada Bafomet ¿esto es algo real o forma parte de la leyenda? ¿De dónde viene la asocian a tal imagen?

Siempre estuve defendiendo en todos mis escritos, y desde que tuve uso de razón literaria, que el tan traído y llevado Bafomet Templario no era más que un símbolo de muerte que los monjes soldados tenían siempre junto a ellos para habituarse a su presencia y no temerla ni en su desvalida vejez ni tampoco en el campo de batalla.  Los templarios, por su condición de soldados estaban en continuo contacto con la muerte, y como monjes sabían a la perfección porque les era leído diariamente, durante las comidas, y por los hermanos lectores, que nadie es sabedor de la hora de su muerte. Esta era la razón por la cual en la Edad Media todos los monjes tenían junto a ellos una calavera. Los priores sobre las mesas de sus despachos, y los frailes y legos en sus diversas celdas, junto a la yacija donde todas las noches dormían. Su continua contemplación les recordaba que debían de estar preparados, y su permanente compañía tenía como objeto disipar de sus mentes el espanto que todo ser humano siente ante la más leve cavilación de la muerte. Muestras fehacientes de lo que afirmo las encontramos en los numerosos cuadros representados por santos. Si no en todos, sí podemos decir que, en la mayoría de ellos, los indicados santos están siempre acompañados de una calavera, véase, si no, para reforzar esta afirmación, el cuadro de Francisco de Asís, pintado por Francisco de Zurbarán, el de san Bruno, el papa Celestino, San Francisco de Borja, María Magdalena, San Ignacio de Loyola, san Jerónimo, santa Rosalía, Santa Teresa de Jesús, etc.

            Muchas veces, y eso lo sabemos por las confesiones históricas de algunos de estos santos, las calaveras pertenecían a algún religioso que en vida fue superior, maestro o amigo del que se hacía acompañar por ella. Este hecho era recomendado y necesario para que los religiosos se diesen cuenta de que la muerte no es cosa que solamente les sucede a los demás, sino que a todos nos llega, que es incluso hallada por quienes en vida fueron inteligentes, superiores, venerados, amigos, misericordiosos, padres, hermanos...

            Si lo antedicho era recomendado y necesario a unos santos y santas que la mayoría de las veces se dedicaban a la contemplación, y en todos los casos a la contemplación y al trabajo, qué no sería recomendado y necesario para unos monjes que además de dedicarse a la contemplación, al trabajo y a otros menesteres más o menos religiosos, ponían sus vidas diariamente en peligro combatiendo en los campos de batalla para defender la religión cristiana, los intereses de su rey o la herencia de su feudo. Me refiero a los caballeros del Templo.

            Para una persona como yo, no anciano todavía, pero sí lo suficientemente mayor como para haber ido acumulando y estudiando documentos antiguos de los archivos históricos de toda la Europa cristiana, no ha pasado desapercibido el hecho de que hasta que el rey francés Felipe el Hermoso, deseando quedarse con la inmensa fortuna de los templarios, ordenara comenzar la vergonzosa investigación que contra esta orden fue llevada a cabo en Francia con la ayuda de su  títere particular el papa Clemente V, no aparecieron documentos que hablaran de este insólito Bafomet. Y, extraña o maliciosamente, después de que los templarios fueran arrestados, condenados y quemados en la hoguera por herejes, comenzaron a surgir tantos documentos que nos hablaban o describían del maligno Bafomet templario, que más parecían salir de fábricas construidas ex profeso para el caso, que de las remuneradas plumas de los escribanos de la época.

            Hace hoy unos cuatro años, un arqueólogo de la región de Murcia que estaba efectuando unas excavaciones en un castillo habitado antaño por la Orden de los Caballeros Templarios, me confió una piedra que habían encontrado en las mencionadas excavaciones para que yo la estudiara y le diese mi opinión. La piedra era lo que hoy muy bien podría ser catalogado como un «Bafomet de bolsa», digo un Bafomet de bolsa porque en aquellos tiempos los soldados y los monjes carecían de bolsillos, y para llevar el dinero y otros enseres de valor usaban una bolsa que llevaban atada con un cordel a la cintura. En la piedra que se encontró había sido esculpido con un objeto punzante una calavera.

            La piedra mide tres centímetros de ancho por dos centímetros y medio de alto. Y está tallada en uno de esos conocidos como cantos rodados que tanto abundan en las márgenes de los ríos, cuyos cuerpos se encuentran pulidos y abrillantados de una forma natural debido a que se han ido redondeando y alisando a través del tiempo a fuerza de rodar impulsadas por las aguas.

            Cuando llegó a mi poder, no encontraba un fundamento lógico que me diera la luz que yo buscaba sobre aquella piedra. ¿Con qué fin habría sido tallada la calavera en ella? —me preguntaba todos los días—. Y por más que pensaba y especulaba, no encontraba una explicación histórica que fuese coherente y lógica, entre otras cosas porque no había hallado, entre toda mi documentación histórica, un hecho parecido a este. Algún antecedente que diera luz a mis dudas; que me descubriera que esta clase de calaveras labradas en pequeñas piedras eran esculpidas por los templarios con un determinado propósito.

            Sabemos que los templarios eran monjes y también soldados. Como monjes estaban obligados a observar todos los deberes de los frailes, y como guerreros, todos los deberes militares que obedecían y acataban los soldados.

            El miedo a la muerte era en aquellos tiempos mucho más crecido que en estos. Los heridos tenían que soportar toda la intensidad del dolor porque carecían de analgésicos; los ciudadanos estaban aterrorizados porque presenciaban en las plazas públicas la quema de los herejes, visión esta, que les encaminaba a pensar que cualquier día los herejes podían ser ellos; los soldados estaban en continua guerra; los pueblos padecían frecuentes y variadas epidemias... Y mientras todo esto ocurría, la Iglesia amenazaba con la muerte, con el juicio final y con el infierno... Adivinándose en sus predicaciones que muy pocos conseguirían la gloria, porque muchos eran los llamados y muy pocos los elegidos...

            Las numerosas descripciones del infierno con el fin de producir temor y suscitar conversiones provocaron en la Edad Media un penetrante miedo hacia la muerte. E incluso aquellos que optaron por encerrarse en la vida religiosa o de encaminarse a la vida militar, creyendo que con este piadoso acto dejarían de temer a la muerte, no consiguieron jamás su objetivo. La muerte seguía siendo pavorosa tanto para los primeros como para los segundos. Los primeros habían obtenido más tiempo para pensar en ella, y por su condición de frailes o sacerdotes tenían que asistir a toda clase de moribundos, de muerte natural, destrozados por animales salvajes, víctimas de epidemias, de largas y dolorosas enfermedades... Y los segundos se enfrentaban diariamente a ella y veían asustados como caían sus compañeros y como sufrían en el suelo largas horas de agonía antes de morir, unos intentando introducirse los intestinos que llevaban sujetados con las manos nuevamente en la cavidad abdominal; otros teniendo junto a ellos un brazo, una pierna o, incluso, la cabeza que le había sido arrancada de un certero tajo, moviendo todavía los ojos y la boca, como pidiendo a sus compañeros un remedio ya imposible...

            Bajo estos precedentes era necesario que los religiosos perdieran el miedo a la muerte.

            La calavera se impuso como perenne compañía entre los religiosos. Su visión preparaba al monje para la hora suprema y le hacia perder el miedo a la muerte.

            Los caballeros templarios, por su condición de monjes, también aceptaron dejarse acompañar en todos los momentos de su vida religiosa por una calavera. Con la admisión de este acto, y sabiendo que Dios les tenía reservado un paraíso lleno de belleza y de bienestar, conseguían los templarios acostumbrarse a la muerte, no temer cuando veían agonizar a un hermano y admitir con tranquilidad su propio tránsito.

            Sin embargo, los templarios además de monjes eran soldados, y como tal había veces que estaban fuera de sus conventos semanas, meses, e incluso años. Las batallas en aquellos tiempos eran largas, muy largas. De esta forma fue como nació en ellos la necesidad de esculpir en piedra un Bafomet de bolsa. Con esta idea nunca les faltó su necesaria compañía, pues cuando se hallaban en el convento estaban unidos a una calavera de verdad, y cuando salían de él, lo llevaban en la bolsa esculpido en una piedra que ellos mismos labraban con su puñal durante sus muchas y muy aburridos periodos de espera antes de entrar en batalla. 

            El famoso Bafomet templario existió. Pero intuimos que si este Bafomet templario era malicioso y, por lo tanto, merecedor de que sus poseedores fuesen condenados a morir abrasados en la hoguera por herejes, nuestras catedrales, nuestras iglesias, nuestras ermitas..., en definitiva, todos los templos del mundo, estarían ausentes de imágenes y pinturas de santos y santas porque la mayoría de ellos hubiesen sido quemados por el hecho de hacerse acompañar tanto de noche como de día por lo que desde hace ya bastante tiempo se ha venido conociendo como un Bafomet templario.

¿Tenían los templarios algún rito de iniciación? Y si lo tenían ¿en qué consistía?

Todas las órdenes que existían en aquellos tiempos tenían su rito de iniciación o, por mejor decirlo, de ceremonia de aceptación. Para que alguno de los lectores no crea que un rito es algo enigmático o hermético y, por tanto, algo que tiene que ver más con la brujería que con la ortodoxia humana, me veo en la obligación de aclararlo: según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra RITO es un conjunto establecido para el culto y ceremonias religiosas.

    El rito que habían elegido los templarios para el acto de iniciación, aceptación o investidura, era el siguiente: el novicio se hallaba en una habitación completamente solo. En el interior de aquel recinto había pasado toda la noche meditando y esperando la señal. Cuando en la puerta sonaban cinco golpes, los tres primeros fuertes y secos, y los dos últimos débiles y casi inaudibles, era porque la ceremonia de investidura había comenzado.

    Los tres primeros golpes dados fuertemente significaban la fuerza y el poder con que la Santísima Trinidad llama a sus elegidos; y los dos golpes suaves y casi inaudibles, estaban asociados a todo lo que es par en el cuerpo humano, y su mensaje era el siguiente: verás con tus dos ojos, oirás con tus dos oídos, empuñarás las armas con tus dos manos, correrás con tus dos piernas, lucharás con tus dos cojones, pero todo lo harás en silencio y sin que nadie se entere, porque la gloria en la Orden del Temple no es sólo de uno, sino de todos.

            El novicio abría la puerta y se encontraba ante él a un grupo de doce caballeros templarios y a un hermano sirviente que portaba en sus manos una bandeja en cuya base descansaba un cuerno de buey. El grupo iba presidido por sus dos padrinos. Cinco caballeros traían velas encendidas.    

            Uno de los padrinos, el más allegado al novicio, se adelantaba hacia él y le abrazaba fuertemente. Después, tomando en sus manos el cuerno, cuyo interior había sido rellenado de aceite, ungía con él al aspirante.

            Luego se dirigían hacia la iglesia, donde les esperaban para comenzar la ceremonia.     

            —¿Quién es el que viene a nuestra presencia? —preguntaban desde dentro.

            Al sonido de la voz, los que acompañaban al novicio callaban y apagaban las velas que traían en las manos.

            El novicio se adelantaba, y poniendo los brazos en cruz, decía:

            —El que dejó los placeres del mundo para refugiarse cerca del Señor.

            Ante estas palabras, y como si hubieran sido mágicas, las puertas de la Capilla se abrían de par en par. Y el novicio, seguido de sus silenciosos y disciplinados acompañantes, entraba en ella. Decenas de velas comenzaban entonces a encenderse como por arte de magia, y un coro de jóvenes hermanos sirvientes, casi unos chiquillos, con unas voces armoniosas y dulces, comenzaban a cantar el Veni Creator Spiritus

            Sobre la tarima de madera que hacía de escalón para subir al Altar estaba el maestre sentado. Más de quince caballeros profesos lo rodeaban formando una circunferencia alrededor de él.

            No había, pues, nada extraño ni misterioso en aquel rito de investidura.

            —¿A qué habéis venido? —preguntaba el maestre.

            Ante esta pregunta, el coro de jóvenes hermanos sirvientes callaba al instante, y un profundo y respetuoso silencio se producía en la Capilla.

            El novicio se adelantaba dos pasos hacia el maestre, dejando a sus padrinos atrás, desenvainaba su rica espada, cuya empuñadura estaba labrada, muchas veces, en plata e incrustada de brillante pedrería, la humillaba ante su superior, y decía:

            —He venido a traer la paz para mis hermanos, y para los enemigos de Cristo la espada...     

            Cuando el aspirante a Caballero Profeso terminaba de decir esto, los que acompañaban al maestre se levantaban de su asiento y desenvainaban sus espadas reglamentarias, apuntaban con ellas hacia el techo, y decían todos a coro:

            El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí.., y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.  El que quiera salvar su vida, la perderá, y el que la perdiere por amor a mí y al Evangelio, la salvará.

            —Decís bien caballeros —contestaba el maestre—. Porque si el grano de trigo caído en tierra no muere, quedará infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. Sin embargo, el grano de trigo es fecundo porque no tiene más riqueza que la que le dio Dios..., así el que de vosotros no renuncie a todo lo que posee, no podrá servir ni ser fecundo a Dios... ¿Queréis ser Caballero Templario? —preguntaba el maestre al novicio.

            —Sí, quiero —respondía el novicio.

            Entonces, el maestre, dirigiéndose a los padrinos del aspirante, le ordenaba a cada uno de ellos por separado:

            —Vos don fulano de tal tapad con vuestras manos los ojos de vuestro ahijado, y vos don fulano de cual tapad a conciencia los oídos de vuestro ahijado. Y cuando el maestre comprobaba que el candidato no podía oír ni ver, se encaraba con el público allí congregado, y les pedía: si alguno de los presentes supiera algún impedimento que obste a la celebración de esta investidura, está obligado a manifestarlo bajo pena de pecado mortal, y se le guardará el secreto. Y es su deber declararlo ahora, ante esta sala en la que todos los oídos se hermanan en uno.

            El maestre esperaba unos segundos, los suficientes para que si alguien quería manifestarse lo hiciera, y cuando veía que nadie pedía ni tomaba la palabra, se volvía hacia los padrinos y les rogaba que quitasen las manos de los ojos y de los oídos de su ahijado para que este pudiera ver y oír nuevamente. Después se dirigía hacia el novicio, y le preguntaba:

            —¿Estáis dispuesto a renunciar a todo lo que poseéis?

            —Lo estoy.

            —¿Por qué?

            —Porque desde que entré en esta Orden, estoy crucificado con Cristo. Y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí.

            —¡Despojaos de todos vuestros bienes!

            Al termino de esta orden pronunciada por el maestre, el novicio comenzaba a despojase de su espada, anillos y cuantos objetos de valor llevaba encima. Después se quitaba también la ropa que traía y se quedaba solamente con la camiseta y los calzoncillos.

            Los caballeros que rodeaban al maestre corrían entonces hacia el novicio llevando en sus manos las vestiduras, las armas y los utensilios templarios, y rodeándole a él y a sus padrinos tal como antes habían rodeado al maestre, comenzaban a vestirlo con las ropas templarias, le colocaban la espada templaria reglamentaria y el manto. Después, todos los caballeros regresaban nuevamente junto al maestre y lo volvían a rodear. El coro de jóvenes hermanos sirvientes comenzaba a cantar el Sacris solemnis.

            Cuando el coro de los jóvenes cantores terminaba de cantar el himno, todos los hermanos que asistían al acto de investidura, incluidos los que estaban rodeando al maestre, se acercaban al novicio y le daban un ósculo de bienvenida, tal y como san Pablo en casi todas sus epístolas aconseja hacer a los fieles de la Iglesia: saludad a todos los Hermanos con un ósculo santo.

            Desde ese momento en adelante, ya era un Caballero Templario.

¿Pudieron los templarios sobrevivir de alguna manera hasta nuestros días y llegar hasta nosotros?

No.

Entonces, ¿por qué hay tantos grupos que dicen ser sus herederos?

Sí. Tiene usted razón. Hay numerosas seudo órdenes que atestiguan ser herederas del Temple, pero ninguna de ellas ha podido demostrarlo todavía.

            La mayoría de ellas se basan para demostrarlo en el «documento Larmenius», ubre que viene amamantando a infinidad de seudo órdenes templarias, y que no es más que una carta tan fraudulenta como las mismas órdenes que la presentan a sus posibles postulantes como indiscutible y cierta.

            Poco hay que saber de historia o de expresiones que se usaban en la época en que supuestamente esta carta se escribió, para darse cuenta de que la mencionada epístola constituye un escandaloso fraude.

            El documento citado, basa toda su veracidad en los siguientes argumentos: cuenta la tradición que la noche anterior a ser quemado, Jacques de Molay llamó a un caballero de su confianza de nombre Larmenius y le encomendó una misión: «Baja a la cripta secreta, abre la puerta y llévate los objetos consagrados. Saca de las dos columnas huecas que están en la entrada las monedas y los documentos que allí se guardan, porque en ellos están las enseñanzas de la Orden...»

            Los que han querido propagar esta leyenda son de una ingenuidad tan grande que no se dan cuenta de que en vez de estar transmitiendo una verdad están contando un cuento de hadas. La primera duda que surge es ¿cómo pudo Jacques de Molay llamar a un caballero de toda su confianza de un día para otro, si estaba preso e incomunicado?

            La segunda cosa que nos llama la atención en este documento es que parece como si el maestre de los templarios en vez de estar en una celda prisionero e incomunicado, estuviera en un despacho donde podía recibir a quien quisiera, incluso sin cita previa.

            Si quienes urdieron este cuento hubieran visitado de vez en cuando archivos históricos, tal vez se habrían dado cuenta de que estos presos, me refiero al gran maestre, al visitador de Francia, y a los preceptores de Ultramar, de Normandía, de Aquitania y de Portier, no eran unos presos normales, sino que eran presos muy especiales por el hecho de estar allí detenidos por el mismísimo rey de Francia y, por si fuese poco, por orden del Sumo Pontífice.

            Obra en mi poder un documento que nos habla de las grandes dificultades que existían para poder visitar a estos presos. Es una carta que dejó escrita el capellán del Coro de la catedral de Notre Dame, Johannes de Blanchefort, que fue enviada a su obispo, y que ha quedado guardada en el archivo de la mencionada catedral, se dice más o menos lo siguiente. Cito de memoria: «Después de nueve meses he obtenido el permiso para visitar al regente de los templarios, pues quería saber por su propia voz la verdad de cuantas acusaciones a la Orden se le imputan. No os quiero ocultar las muchas dificultades que tuve que salvar para conseguir el permiso, y si no hubiese sido por la intervención de nuestro amigo el cardenal Rogerio, no lo hubiese conseguido…»

            El día 15 de noviembre de 1870, en el Boletín de la Real Academia de la Historia, el historiador don Vicente de la Fuente, escribe un artículo, y lo comienza diciendo. Cito de memoria: principios del siglo pasado se les antojó a varios caballeros franceses jugar a los Templarios, como podían haberse puesto a jugar a los soldados, o a cualquiera otra cosa de pasatiempo más o menos honesto y recreativo. Entonces un jesuita italiano, llamado el Padre Bouanni, gran anticuario y buen dibujante, se entretuvo también en inventar un acta, de la cual aparece que estando Jacobo Molay preso en la Bastilla y previendo la extinción de la Orden, transmitió su jurisdicción y derechos maestrales a un tal Juan Marcos Larmenius; el cual nombró por sucesor a un tal Tomás Teobaldo de Alejandría; el cual a su vez transmitió su jurisdicción a otros; de modo que la orden se fue perpetuando de siglo en siglo...

            De tal forma hay seudo órdenes que creen ciegamente en estos falsos documentos o en que solamente por instituirse como tal ya pasan a ser los herederos de la Orden del Templo, que, en el año 2008, una de ellas tuvo el descaro de demandar al papa exigiéndole que les fueran devueltos todos los bienes que su sucesor el papa Clemente V les había usurpado ilegalmente. Bienes que ascenderían hoy a doscientos mil millones de euros, ya que estos caballeros tenían, como bien se sabe, haciendas en toda la Europa cristiana. Como es natural y lógico, por descabellado y falta de pruebas que pudieran demostrar que la orden demandante era legalmente sucesora de los templarios, la demanda no fue admitida en la Audiencia Provincial de Madrid.

¿Qué va a encontrar el lector en esta novela y a quién o quiénes va dirigida especialmente?

El lector que desee saber dónde se depositó el Tesoro de los templarios y en qué actos de caridad fueron invertidos; dónde se encuentra actualmente el Grial; conocer el lenguaje dactilológico que usaban los templarios para comunicarse entre sí, sin ser entendidos por nadie y, además, enterarse por medio de acta notarial, de que la Orden del Templo propiamente dicha jamás fue abolida y sigue vigente, lo encontrará en este ensayo histórico novelado con sus fuentes documentale.

    Va dirigida a cuantas personas estén dispuestas a conocer este secreto inédito que no ha sido dado a conocer en más de 700 años por ningún historiador, escritor o persona experta en este delicado tema. La obra es apta para todos los públicos.

Algo más que desee decirles a nuestros lectores.

Aprovechar la ocasión para enviarles un afectuoso saludo y hacerles saber que, aunque no lo sepan, yo soy uno de esos escritores que les encanta estar en comunicación con sus lectores. Todos los días recibo comunicados. Unas veces son preguntas, a las que contesto a todas; otras son criticas, positivas o negativas, que me enriquecen personal y literariamente y, algunas, son escritos personales…

Antonio Galera Gracia, ha sido todo un honor tenerle en el blog de Biblioteca oculta, y esperamos que su novela sea todo un éxito.

Gracias. ¡Ojalá sus deseos se cumplan!

  

Si desea más información sobre el libro, visitar: https://editorialdelfos.com/libro/el-guardian-del-manuscrito_124766/



Los símbolos secretos de los Rosacruces de los siglos XVI y XVII

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